sábado, 26 de enero de 2008

En el Conquero

Siempre me he preguntado por sus páginas. La llevo viendo ahí, desierta, desde pequeño. En lo alto de El Conquero, divisa las marismas como con miedo a mojarse los pies de su historia. Imagino sus años, con sus inquilinos ya en la historia de un cabezo, en la soledad de saberse acompañado por los tres a modo de tridente. Sombras abundantes en los días de calor y refugio inseguro en los de tormenta. Ladrillos encalados en las entrañas de sus muros y un techo plano que certifica ser del sur. En medio de casi la nada, a simple vista, un rastro de civilización: de vidas anónimas, espúreas, tranquilas al atardecer, de soledad quizá no pretendida.
Algún día me decida a subir y visitarla. Desearé paz, pediré permiso, y al irme, también perdón. Habré entrado en una historia que ya no es de ahora, pero que sigue siendo en el recuerdo de alguien. Porque ser y estar, para los inventores del football, es lo mismo...

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