sábado, 7 de noviembre de 2009

Desde siempre, para siempre

Desde mi ventana, haciendo tiempo mientras vivo (si es que se puede hacer el tiempo), inclino un poco el cuerpo para ver lo que otras veces me parece normal. La tarde va cerrando sus ojos y los restos del día que fenece van diluyéndose para toda la eternidad. Con ellos van nuestros encuentros y desencuentros, nuestras idas y venidas, los abrazos y el perdón tan necesario por vivificante.
Siempre creo que necesitamos aprender a interpretar. Desde los primeros tiempos el ser humano siempre ha hecho suya la tarea de otear el cielo para escrutar los vientos que anunciaban lluvia; quizá las estrellas guardaban algún tipo de mensaje en forma de guiño parpadeante, sólo descifrable para los borrachos y los niños; no han faltado vocaciones apocalípticas, presurosas en trazar un mapa del día final, inspirados en los oráculos enviados desde el gran pliego azul marino; mejilla con mejilla, los enamorados se han besado teniendo al cosmos por testigo silencioso y admirador; san Francisco de Asís, desnudo de todo y de sí, abrió sus brazos intentando abarcar la infinidad, que respondía con agua, fuego, tierra y aire.
Miembros de la Tierra, seguimos formando parte de cada hoy. Como tantos seres humanos a lo largo de la historia, continuamos intentando tocar el cielo, como metáfora invertida de nuestro querer saber lo que Dios quiere de nosotros. Necesitamos antenas que nos ayuden a decodificar las señales que llegan hasta nosotros: las de la ilusión ante determinados proyectos-ideas-planes, las de personas que nos regalan una palabra de ánimo y consuelo en un big bang inesperado, la mano que requiere de nuestra ayuda, el trozo de evangelio que te conmueve, una cabeza apoyada y durmiente en el cristal del vagón del Metro...
Piensa ahora en qué cosas, qué personas pueden ayudarte a descubrir -cada día- aquello que Dios sabe que será bueno para ti. Ten la certeza de que, como las estrellas, siempre nos guiñará un ojo, como diciéndonos al oído "no temas, yo estoy contigo".
Bueno, a decir verdad, no estoy seguro. Pero lo .

viernes, 18 de septiembre de 2009

Una mirada horizontal te dignifica

Decía el hijo de María, la prima de Isabel, que nos nos quedáramos mirando al cielo. Lo decía mientras miraba a sus amigos frente a frente, con una mirada limpia, llena de respeto y cariño, de tú a tú, como él acostumbraba a hacer.

Si en aquella época existieran las camisetas, seguro habría impreso al menos doce, con la inscripción "Mira a tu altura", o algo así. No muchas veces percibimos nuestro modo de tratar con los demás. A veces miramos por encima del hombre, del hombro, de la mujer, orgullosos de no se qué méritos casi siempre inconscientes, o lo que es peor, en nombre de la mal entendida dignidad.

Cuánta razón llevaba Julián, aquel señor medio calvo: "La dignidad te la da el otro, no lo olvides". Y la verdad, me hizo sentirme importante al confiar en mí este secreto. Me hizo digno de su confianza, sin yo merecerlo porque, entre otras cosas, lo acababa de conocer en la estación de autobuses.

Pienso qué distinta hubiera sido esa breve conversación si yo hubiera optado por marcharme en cuanto lo viera llegar. Me miraba de igual a igual, a pesar de la edad que casi me triplicaba; se sentó cerca de yo estaba, borrando de un bastonazo la políticamente correcta 'distancia social'; me miraba a los ojos, buscando un interlocutor que le prestara atención, que le escuchara con lealtad; no tuvo prisa por marcharse mientras yo le exponía no sé qué estúpidos temas recurrentes; al despedirnos, me dio la mano afectuosamente sin miedo a un contagio...

Más bien quiso contagiarme, una forma de ser que quiere empaparse del otro, y por tanto, del Otro. De ese Dios que ayer fue Julián, o María, o Isabel, o Jesús, que siendo Minúsculo te hace Mayúsculo para que nunca olvides tus semillas.

Como decía un autor, prestemos atención a la 'encarnación diminutiva' que nos encontramos por la calle. Es verdad que de tú a tú viviremos en condiciones para el Usted.

sábado, 21 de marzo de 2009

Qué será...
















"Qué será, qué será, qué será,

qué será de mi vida, qué será;

si sé mucho o no sé nada,

ya mañana se verá y será,

será lo que será."


José Feliciano


Será -precisamente- un estribillo que lance al optimismo y a la esperanza. Caminando hacia la profundidad de la vida, nadie sabe qué encontrarás -qué será-, pero poco importa.
Poco importa cuando te sabes en camino, cuando te sabes con una nueva oportunidad cada día. Nada importa cuando eres igual de valioso yendo calzado o desnudo: eres tú. Siendo así que unos nos esperamos a otros para avanzar hacia el presente -el de cada día-, de tal forma que el nosotros subraya nuestra individualidad.

Qué será, qué será el mar y cuanto contiene, qué será de mi pisada dejada atrás... El viento, nuestro viento, transformará nuestros pasos en algo más grande. Tan grande que ni los demás lo notarán... hasta el nuevo día que dé de comer a las gaviotas. ¿Quién lo hubiera dicho?

Mira todas las huellas. En ellas somos todos un poco tú, animándote y dejándote que seas un poco más de nosotros en la vida del mundo. Un abrazo grande. Antes de montarte en el coche, por favor, no te sacudas los pies; qué será de nosotros, qué será...