viernes, 18 de septiembre de 2009

Una mirada horizontal te dignifica

Decía el hijo de María, la prima de Isabel, que nos nos quedáramos mirando al cielo. Lo decía mientras miraba a sus amigos frente a frente, con una mirada limpia, llena de respeto y cariño, de tú a tú, como él acostumbraba a hacer.

Si en aquella época existieran las camisetas, seguro habría impreso al menos doce, con la inscripción "Mira a tu altura", o algo así. No muchas veces percibimos nuestro modo de tratar con los demás. A veces miramos por encima del hombre, del hombro, de la mujer, orgullosos de no se qué méritos casi siempre inconscientes, o lo que es peor, en nombre de la mal entendida dignidad.

Cuánta razón llevaba Julián, aquel señor medio calvo: "La dignidad te la da el otro, no lo olvides". Y la verdad, me hizo sentirme importante al confiar en mí este secreto. Me hizo digno de su confianza, sin yo merecerlo porque, entre otras cosas, lo acababa de conocer en la estación de autobuses.

Pienso qué distinta hubiera sido esa breve conversación si yo hubiera optado por marcharme en cuanto lo viera llegar. Me miraba de igual a igual, a pesar de la edad que casi me triplicaba; se sentó cerca de yo estaba, borrando de un bastonazo la políticamente correcta 'distancia social'; me miraba a los ojos, buscando un interlocutor que le prestara atención, que le escuchara con lealtad; no tuvo prisa por marcharse mientras yo le exponía no sé qué estúpidos temas recurrentes; al despedirnos, me dio la mano afectuosamente sin miedo a un contagio...

Más bien quiso contagiarme, una forma de ser que quiere empaparse del otro, y por tanto, del Otro. De ese Dios que ayer fue Julián, o María, o Isabel, o Jesús, que siendo Minúsculo te hace Mayúsculo para que nunca olvides tus semillas.

Como decía un autor, prestemos atención a la 'encarnación diminutiva' que nos encontramos por la calle. Es verdad que de tú a tú viviremos en condiciones para el Usted.

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