viernes, 30 de noviembre de 2007

Suelo, para qué os quiero...


Un mismo suelo, distintas piedras, anónima pisada que afronta el desafío de dejarse ver desde abajo para poder tocarse desde dentro...
Granito o cemento, cuarzo o tierra, pasto en su recuerdo, qué diferente puede llegar a ser nuestra percepción de un mismo suelo, a través del tiempo, en la memoria de un abrazo, o de unas risas, o de la amargura de un mal día...
-Hoy estuve, ayer estaré, mañana soy- siendo así que todo confluye en un solo pisar, en un espacio concreto de humanidad que se pone de acuerdo para prestarnos un momento de privacidad. Ojalá este mismo suelo que todos repasamos sea modelo de unión, a pesar de las grietas (y en ellas, un trocito de nuestra identidad). Frío para un momento; indiferente en el tiempo ordinario que no siempre percibe lo extraordinario; cálido en la fiesta del encuentro, del perdón, del éxito puesto a prueba y de la añoranza agradecida.
Suelo, para qué os quiero...

martes, 6 de noviembre de 2007

Una imagen no vale más que mil palabras

Porque visto lo visto, y nunca mejor dicho, no podemos dar por supuesto un imagen tan sólo al contemplarla. A menudo se hace necesario escrutar cada uno de sus elementos... y aun así, no nos damos por vencidos.
Un banco habitado que bien podría estar lleno de palabras en sí mismo; un hierro forjado en cada contemplación, todavía templado por el tacto de dos espaldas; un suelo pagado por una multitud y disfrutado ahora por una bina; un frente a frente perpendicular a un bis a bis; un agradecimiento de fondo y y con fondo a las maestras que nos enseñaron a leer y a todo aquél que nos enseñó a interpretar la vida, descifrándola en cada una de sus curvas. Un sol que ahí se nos fenece con la promesa de ser sempiterno, pero sin las lágrimas de la viuda que con nada se consuela.
¿Compartes este rato?

lunes, 5 de noviembre de 2007

A la moda

Sólo una pregunta. ¿Quién está más sola, la señora sentada en primer plano o el grupo del fondo? Y una pista: la mujer está más cerca de ti que los otros del final... ¿o del principio?

¿Y tú qué esperas, Dr. Livingston?

"Supongo" que muchas veces -quizá es ley de vida- nos aferramos a lo conocido mientras esperamos algo. El listón de madera vertebra su vida que ya fue a través de las vetas casi humanas: rubias, desiertas como el color de su nombre, casi a oscuras, como trabajan los taladores y los panaderos, y los médicos de guardia y los niños con miedo, y los viejos sin niños porque casi todo lo añoran...

Asidos como vamos por la vida -lo mismo a un pedazo de madera de cayuco con salitre o de roble bien pulido- percibimos que, a fin de cuentas, quién no espera algo. Qué no espera el vendedor de clínex en la puerta del semáforo; qué no espera un pañuelo tapando una boca con arrugas; claro que espera un cura bendiciendo mientras saluda...; ¿no aguarda el negro que vende cedés al ritmo de carreras pactadas?...

¿Y tú qué esperas?