Un mismo suelo, distintas piedras, anónima pisada que afronta el desafío de dejarse ver desde abajo para poder tocarse desde dentro...
Granito o cemento, cuarzo o tierra, pasto en su recuerdo, qué diferente puede llegar a ser nuestra percepción de un mismo suelo, a través del tiempo, en la memoria de un abrazo, o de unas risas, o de la amargura de un mal día...
-Hoy estuve, ayer estaré, mañana soy- siendo así que todo confluye en un solo pisar, en un espacio concreto de humanidad que se pone de acuerdo para prestarnos un momento de privacidad. Ojalá este mismo suelo que todos repasamos sea modelo de unión, a pesar de las grietas (y en ellas, un trocito de nuestra identidad). Frío para un momento; indiferente en el tiempo ordinario que no siempre percibe lo extraordinario; cálido en la fiesta del encuentro, del perdón, del éxito puesto a prueba y de la añoranza agradecida.
Suelo, para qué os quiero...