miércoles, 11 de agosto de 2010

NO TE RINDAS -Mario Benedetti-

No te rindas, aún estás a tiempo,
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre,
retomar el vuelo.

No rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros,
y destapar el cielo.

No te rindas, por favor, no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda,
y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma
aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
porque lo has querido y porque te quiero
porque existe el vino y el amor, es cierto
porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,
quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron,
vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa,
ensayar un canto,
bajar la guardia y extender las manos
desplegar las alas
e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor, no cedas,
auqnue el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle elviento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños.
Porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

martes, 6 de abril de 2010

¡¡CRISTO HA RESUCITADO!!

Por esta vez, sí será justo que nos quedemos mirando al cielo. Para dar gracias. Para sentir el sol que tras mucho tiempo vuelve a mostrársenos sin escarceos. Para reconocer que nuestras nubes oscuras siguen estando ahí, a pesar de la Resurección. En esto consiste nuestra vida, en caminar con todo lo que somos y tenemos, en vivir de acuerdo con nuestra humanidad. La misma que Dios conoce y por eso quiso sentir vitalmente con nosotros. Él no nos evita lo que nos hace tropezar, pero sí nos quita el miedo paralizante que nos impide caminar, tropezar y levantarnos, nuestra libertad. Bajar corriendo la ladera o saltar entre los charcos...
Y no pocas veces queremos llegar alto, muy alto, más que Dios mismo. Confundimos poner nuestras manos entre las suyas con mirar el cielo desde arriba. Dentro de esas torres y debajo de ellas mismas seguimos estando nosotros. Para muchos, nada habrá cambiado. El despertador seguirá sonando de madrugada para ir a trabajar infinidad de horas injustamente pagadas, con eternas dificultades para llegar a fin de mes; el periódico ya no nos refrescará la cara con el día a día en Haití; el de los muñones en la Puerta del Sol seguirá con su vasito de dos o tres monedas; los cuatro en el parque, con su litrona, día tras día, cantan de vez en cuando con voz quejumbrosa y rota por motivos que no son tan simples; el emigrante en el Metro, con la mirada perdida y las manos con goterones de pintura blanca reseca; el español en el Metro, mirando bien con quién sentarse, no vaya a ser que le roben; la depresiva en la ventana, que mira con su bata mientras el humo se hace un poco más de todos; la empleada o el estudiante que ya el lunes temprano está haciendo planes para el jueves por la noche o el fin de semana: "lo que importa es pasarlo bien"...
También para muchos, mucho habrá cambiado. El despertador seguirá sonando de madrugada para ir a trabajar infinidad de horas injustamente pagadas, pero sin embargo, será capaz de sonreír y saludar al de los muñones en la Puerta del Sol; el emigrante en el Metro, con la mirada perdida y las manos con pintura, será capaz de levantarse y ceder su sitio al español que, por miedo a ser robado, seleccionaba con quién sentarse; la depresiva que fumaba en la ventana, en la misa de las ocho, dio una limosna que Cáritas se encargaría de hacer llegar a Haití; alguno de los cuatro cantaores de la litrona se sincera entre ellos con un "esto no puede seguir así, yo aquí, mientras mi hijo está estudiando para ser un hombre de provecho el día de mañana...".
Un abrazo grande, que a todos y todas nos envuelve, por fuera y por dentro. Cristo sigue resucitando.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Desde siempre, para siempre

Desde mi ventana, haciendo tiempo mientras vivo (si es que se puede hacer el tiempo), inclino un poco el cuerpo para ver lo que otras veces me parece normal. La tarde va cerrando sus ojos y los restos del día que fenece van diluyéndose para toda la eternidad. Con ellos van nuestros encuentros y desencuentros, nuestras idas y venidas, los abrazos y el perdón tan necesario por vivificante.
Siempre creo que necesitamos aprender a interpretar. Desde los primeros tiempos el ser humano siempre ha hecho suya la tarea de otear el cielo para escrutar los vientos que anunciaban lluvia; quizá las estrellas guardaban algún tipo de mensaje en forma de guiño parpadeante, sólo descifrable para los borrachos y los niños; no han faltado vocaciones apocalípticas, presurosas en trazar un mapa del día final, inspirados en los oráculos enviados desde el gran pliego azul marino; mejilla con mejilla, los enamorados se han besado teniendo al cosmos por testigo silencioso y admirador; san Francisco de Asís, desnudo de todo y de sí, abrió sus brazos intentando abarcar la infinidad, que respondía con agua, fuego, tierra y aire.
Miembros de la Tierra, seguimos formando parte de cada hoy. Como tantos seres humanos a lo largo de la historia, continuamos intentando tocar el cielo, como metáfora invertida de nuestro querer saber lo que Dios quiere de nosotros. Necesitamos antenas que nos ayuden a decodificar las señales que llegan hasta nosotros: las de la ilusión ante determinados proyectos-ideas-planes, las de personas que nos regalan una palabra de ánimo y consuelo en un big bang inesperado, la mano que requiere de nuestra ayuda, el trozo de evangelio que te conmueve, una cabeza apoyada y durmiente en el cristal del vagón del Metro...
Piensa ahora en qué cosas, qué personas pueden ayudarte a descubrir -cada día- aquello que Dios sabe que será bueno para ti. Ten la certeza de que, como las estrellas, siempre nos guiñará un ojo, como diciéndonos al oído "no temas, yo estoy contigo".
Bueno, a decir verdad, no estoy seguro. Pero lo .

viernes, 18 de septiembre de 2009

Una mirada horizontal te dignifica

Decía el hijo de María, la prima de Isabel, que nos nos quedáramos mirando al cielo. Lo decía mientras miraba a sus amigos frente a frente, con una mirada limpia, llena de respeto y cariño, de tú a tú, como él acostumbraba a hacer.

Si en aquella época existieran las camisetas, seguro habría impreso al menos doce, con la inscripción "Mira a tu altura", o algo así. No muchas veces percibimos nuestro modo de tratar con los demás. A veces miramos por encima del hombre, del hombro, de la mujer, orgullosos de no se qué méritos casi siempre inconscientes, o lo que es peor, en nombre de la mal entendida dignidad.

Cuánta razón llevaba Julián, aquel señor medio calvo: "La dignidad te la da el otro, no lo olvides". Y la verdad, me hizo sentirme importante al confiar en mí este secreto. Me hizo digno de su confianza, sin yo merecerlo porque, entre otras cosas, lo acababa de conocer en la estación de autobuses.

Pienso qué distinta hubiera sido esa breve conversación si yo hubiera optado por marcharme en cuanto lo viera llegar. Me miraba de igual a igual, a pesar de la edad que casi me triplicaba; se sentó cerca de yo estaba, borrando de un bastonazo la políticamente correcta 'distancia social'; me miraba a los ojos, buscando un interlocutor que le prestara atención, que le escuchara con lealtad; no tuvo prisa por marcharse mientras yo le exponía no sé qué estúpidos temas recurrentes; al despedirnos, me dio la mano afectuosamente sin miedo a un contagio...

Más bien quiso contagiarme, una forma de ser que quiere empaparse del otro, y por tanto, del Otro. De ese Dios que ayer fue Julián, o María, o Isabel, o Jesús, que siendo Minúsculo te hace Mayúsculo para que nunca olvides tus semillas.

Como decía un autor, prestemos atención a la 'encarnación diminutiva' que nos encontramos por la calle. Es verdad que de tú a tú viviremos en condiciones para el Usted.

sábado, 21 de marzo de 2009

Qué será...
















"Qué será, qué será, qué será,

qué será de mi vida, qué será;

si sé mucho o no sé nada,

ya mañana se verá y será,

será lo que será."


José Feliciano


Será -precisamente- un estribillo que lance al optimismo y a la esperanza. Caminando hacia la profundidad de la vida, nadie sabe qué encontrarás -qué será-, pero poco importa.
Poco importa cuando te sabes en camino, cuando te sabes con una nueva oportunidad cada día. Nada importa cuando eres igual de valioso yendo calzado o desnudo: eres tú. Siendo así que unos nos esperamos a otros para avanzar hacia el presente -el de cada día-, de tal forma que el nosotros subraya nuestra individualidad.

Qué será, qué será el mar y cuanto contiene, qué será de mi pisada dejada atrás... El viento, nuestro viento, transformará nuestros pasos en algo más grande. Tan grande que ni los demás lo notarán... hasta el nuevo día que dé de comer a las gaviotas. ¿Quién lo hubiera dicho?

Mira todas las huellas. En ellas somos todos un poco tú, animándote y dejándote que seas un poco más de nosotros en la vida del mundo. Un abrazo grande. Antes de montarte en el coche, por favor, no te sacudas los pies; qué será de nosotros, qué será...

martes, 9 de septiembre de 2008

Auxilios espirituales

Encontré este pequeño regalo en Barcelona, en una esquina de la misma iglesia de Santa María del Mar.
Auxilios espirituales, o mejor dicho, en mayúsculas, recalcando algo que es importante y que sobrepasa y excede lo cotidiano.
Un botón negro, muy gastado por el paso de las yemas, y el lateral carcomido por la cantidad de historias que se han apoyado una y otra vez a cualquier hora del día y de la noche: "...Es que Cáritas está cerrada...".

Ganas de dar un abrazo a ese alguien que siempre ha estado detrás de la puerta, esperando el rostro de cualquiera que pase y se sienta con el derecho a ser escuchado, frente a la obligación de abrir nuestros oídos. (Por una vez o por muchas veces el bolsillo puede estar cerrado, porque las historias de una vida no tienen precio ni han de ceder al chantaje de eludir nuestra responsabilidad).

Gracias a ese alguien fuera de moda que no tiene un fantástico discurso que largarnos; a ése que no conoce el Photoshop para modernizar su imagen un poco oxidada y con cierto tono nácar; a ese otro u otra que nos mira de aquí para allá mientras bendice sus recuerdos y pone nuestra vida ante el rosario de la tarde antes de que llegue don Juan.
Yo estoy convencido de ello. Nuestra época presente, que debe al pasado y fragua día a día el futuro, ha de escribir, como el letrero de Santa María del Mar, que ésta es la cultura de la escucha. Sin lugar a dudas. Hay otras mal llamadas culturas que a lo mejor son simplemente, adcciones, o tendencias o modas. La cultura de la escucha, afirmo. Porque son muchas las palabras, colores y sonidos los que recibimos impactándonos. Pero al fin y al cabo, lo que nos hace humanos y humanidad posible es nuestra capacidad de conectar con el que tenemos al lado.

Y para ponernos en el lugar del otro, que afirma la empatía, hay que colocarse detrás de la puerta, a la espera de que alguien (otro alguien), apriete el botón de nuestros sentimientos. "Sólo" nos quedará abrir la puerta, ofrecer un café y sentarnos en la mesa camilla con los ojos bien abiertos y el corazón vulnerable, como el botón negro.

domingo, 27 de abril de 2008

Pablo, te tomo prestadas estas palabras:

"La soledad
es un pájaro grande multicolor
que ya no tiene alas para volar
y cada nuevo intento da más dolor...

... La soledad
inventa la más bella aparición
remueve los rincones del corazón
para quedarse sola la soledad..."

Sería muy difícil subir a pie hasta este lugar, desde donde se divisa otra isla. De abajo arriba y viceversa, parecen conectarse el cielo y la tierra. Son testigos los árboles de que la soledad también vuela desde este rincón del mundo. Abanica sus alas para dar vida y estremecer el comienzo de la noche que ahora comienza a abrazarnos. Francisco de Asís estaría como en casa, con su hemano sol quedándose dormido y con la hermana luna vistiéndose de fiesta y purpurina. La hermana tierra siempre será testigo de las grandes cosas que son invisibles a los ojos, como diría el francés.

La soledad arrostra la vida, que siempre suspira, para tomar oxígeno y retomar el día a día. El hombre y la mujer pueden sentirse invitados por la rosa de los vientos a suspirar primero, para luego exhalar, certezas y preguntas poco a poco, como quien no tiene prisa por vivir. Y así, solos, comenzamos a ser nosotros mismos desde cualquier pisada en la arena que renueva Pandora.